Thursday, September 23, 2010

Recipiente originario / La mañana y la brisa / Antes del olvido / Un pescador te espera


RECIPIENTE ORIGINARIO

Memele kol almin: luz inmanente

Soplaste mi nariz, me escupíste, para que se fundara
la mañana que no me abandona, la noche
en que puedo amarte y reestructurar el olvido.

Echaste ese escupitajo de tu Aliento
y lo recibí como luz inmanente en el makom
de mi espacio y en la atmósfera de Avir Kadmon.
Abríste mi boca, inventaste el ala y el viento.

En la dimensión interior de la Mañana,
me llamaste Vasija, recipiente originario.
Hoy despierta mi deseo, mi biología.
Por tu bondad, Jesed, desaparece el Olvido.

*

LA MAñANA Y LA BRISA

De sándalo y musgo hicíste mi noche.
Tu mañana, sin embargo, se llenó de jazmines
y tuve ya tus rosas en mi olfato.

Fue que tu Aliento organizó la brisa
y me entregaste las alas con 5 millones
de minúsculos ángeles y los escondíste
en órganos que tengo. Duermen
como feromonas, tus olores sagrados.

No en balde te olfateo, no en balde
la afrodisia de tu Nombre, tus ondas en la brisa.
¡Cómo vibras vida cuando me levanto,
cómo excitas mi ser, cuando sueño y descanso!


3-15-1998 / De «Yo soy la muerte»

*

ANTES DEL OLVIDO

a Perseo, en el vientre de Dánae

Hay recuerdos tuyos que persisten en el viento
dando voces. Entonces te sigo como hormiga,
fiel a tus raíces. Entro en las cuevas que compartes.

Bebo tu savia como elíxir. No habrá destierro
ni sepelio ni adiós con triste despedida.
Te alcanzaré vida tras vida para bendecirte.

¡Ojalá en otras madrugadas también me ames
con los cortes agridulces del cuchillo
que escribe su memoria con nostalgia!

¡Ojalá me leas en mecanismos perdidos,
sólo aparentemente, ilusorios.
Son expansivos infinitos,o en hibiscos rojos
de otros patios del tiempo!

¡Ojalá en la sadhana de lo Eterno crezcamos juntos,
abrazados como serpientes, en pos de vida
infinitamente continuada en cimas de lo Absoluto!

12-07-1999

*

UN PESCADOR TE ESPERA

A Dánae, presa de angustia y lanzada
por su padre al naufragio y la muerte

Al ángel que fulmina los fantasmas de la muerte
y ciega los temores en las cuevas, lo llamarás
el Pescador, constructor de senderos de la oxitocina.

Es el más amoroso vigía, Séfiro isleño, sefirot
por bondad de la Mañana, vigilante de los décimos días.
Endorfina del Ser, contigo navega en el cofre de la huída.

¿No es hermoso? En cueva de tinieblas
no estarás por siempre.
Toma la promesa, hija es de las aguas,
héroe es y eco de Tu Vida.

Hija de la Torre, espera con paciencia.
No desmayes. Un pescador te espera.
El cofre se abrirá en la mágica Presencia.

*

LA CO-RESPONSABILIDAD

a Dánae, hija de Acrisio, rey de Argos

Cuando ella nació, él tenía miedo.
No eran iguales. Tan diversa fue que se vistió
de luto, contrariada, y él petrificado de amenaza
no se atrevió a matarla. La encerró
entera y subterráneamente.
Ella era una imagen encendida,
su Espada de Damocles.

También fue un sexo pisoteado. Ella fue la primera
materia biológica de olvido, la primera víctima del mundo.
Conoció el jardín de flores venenosas, la lengua
que se quema con el caldo caliente de las cosas
en la casa del lenguaje. Bajo su falda estuvo
el monstruo de las olas, sin tranquila sapiencia
de cimiento profundo. A sus ojos se asomó la vergüenza,
la que él justifica, la que él nutre desde las superficies.

Un tambor de engaño le dio tiempos históricos.
Un silencio murió tras inventarse las sílabas.
Hubo que cegar a las Gorgonas.
A Medusa tendría que cortarse la cabeza.
Ese varón que dijo
en teatro de conspiraciones es que habitas.
En cavernas no quiso el hijo de sus ríos.
En gritos de gibón no halló su memoria.

El temió la señal de su silencio;
se aterró con el misterio de su parto,
con la autoridad de su camino.

Utero adentro se descubrió como demonio de su noche.
Urdid de teje-maneje es el oscuro germen
de sus precariedades. Si eres diosa, mujer,
¿por qué te mueres y me llevas contigo?

Y se hizo su escorpión. Simbionte. Sus nociones
de procesos hormonales, química son de muerte,
su razón para las iras varoniles.
Determinismo de parásitos dentro de los féretros,
su esfinge adusta de vejez humana
y su leyenda viboril, sus suegreríos.

¡Temible eres, mujer! Eres la muerte.
Y tu esfinge juvenil, sólo farandulería.
Y tu sexo, demónico, gracia de una cama,
sortilegio de la noche.


De «Yo soy la muerte» [Poemario de Carlos López Dzur]

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